jueves, 22 de enero de 2009

Ana María Benito
(1900 -1931):


"Contra todas las apariencias, contra la hostilidad y la bajeza de las personas que ensombrecieron sus días, Ana María presentía ese amor del alma de la ciudad, Aunque su vida fuera particularmente penosa, aunque su frágil figurita de muchacha soñadora se estrellará una y mil veces contra los altos muros de la incomprensión, el prejuicio y la malevolencia, ese amor que nadie sospechaba y que afloró de golpe como una roja primavera de lágrimas apenas el sol muerto de la eternidad nos privó de su sombra, Ana María lo presentía. (Armando Cascella "El alma luminosa de Ana María Benito" en Ensayos de Crítica Literaria, 1932. Talleres Gráficos Pomponio. Rosario)

"Le dolía su patria. Las cartas suyas que conservo -y las conservo como un icono sagrado-están llenas de alusiones doloridas a la situación política, y a la posible dictadura argentina. Le dolía el misterio, le dolía el propio destino. Le dolía todo, porque amaba todo, porque sintió todos los modos del amor, todos los modos de la pasión (...) Pero el Destino, piensa sin duda como "la gente': Y nos la llevó, sin piedad y sin justicia, un día de primavera americana". (Consuelo Berges, Madrid, 1932).
El libro de Ana María Benito contiene ensayos sobre la mujer en la obra de Wells, sobre Galsworthy, Hudson, sobre Shakespeare y la melancolía, sobre Maugham, Perez Galdos, Heine y un trabajo sobre la "saudade y el spleen".
Dice sobre Hudson: "Este desterrado voluntario debió vivir una doble existencia paralela; la de la acción y la del recuerdo, superpuestas y confundidas en ocasiones, como las imágenes de una placa fotográfica dos veces impresionada. La niebla inglesa no restó luminosidad al cuadro de espacios abiertos y llanura verde que Hudson guardaba religiosamente en su interior(...) cuanto amor a la pampa lejana encontramos en sus obras autobiográficas".

En su ensayo sobre Shakespeare se pone en evidencia la extrema lucidez que la autora tiene en su visión del poeta.
"Teatro de almas -dice- nuestra mirada resbala sobre la inconcreta envoltura corporal a la que el poeta apenas hace referencia, para ahincarse en la profundidad abismática de los espíritus. Teatro de almas, no de propio fuego interior; llama roja de la pasión, luz blanca del pensamiento. Nada en él es mezquino, ni la maldad siquiera".

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