jueves, 22 de enero de 2009

De las Buhardillas...


Técnicamente, la buhardilla es el espacio entre el tejado y el techo más alto de una casa, espacio destinado a proteger la casa de las inclemencias del calor, del frío o el exceso de sol y lluvias.
En cuanto se refiere a actividades humanas relacionadas con el mencionado espacio hay varias, una de ellas es la idea (romántica casi) del artista en soledad buscando su creación lo más alejado posible del contacto con los otros , también la de la buhardilla dando cabida a grupos de jóvenes, soñadores ellos, de revoluciones que cambiarían el curso de la historia. Dicho esto, la conjetura es que tal vez en algunas buhardillas se hayan escrito obras maestras de la literatura, se hayan dado forma a célebres figuras escultóricas, o en la Historia algo haya cambiado para mejor gracias a los supuestos “conspiradores”.

Presencia del Vino en la Literatura


El vino ha sido mencionado o aludido en miles de textos, desde escritos anteriores a la Biblia hasta nuestros días, ha sido ineludible su mención, tanto sea, para su alabanza como para su repudio. En su nombre se ha querido ver desde poderes curativos, hasta la bebida dañina que hace que los hombres que lo toman en exceso no sean los mismos. Estas dos últimas ideas, en definitiva, nunca han dejado de ser ciertas.
El primer texto pertenece a los proverbios de la Sabiduría de Ahikar quien fue consejero de Senaquerib y de Asaradón, reyes de Asiria.

“De dos cosas que yo he encontrado, la tercera a Shamash place:
el que bebe y da de beber; quién guarda sabiduría
y el que oye un secreto y jamás lo dice.
Ese agrada al dios Shamash.
Pero quien bebe vino y no da
Quien estudia y nunca sabe
Y el que suelta los secretos
A ese abomina Shamash…”
Sabiduría de Ahikar (aprox. 1200 a.C)

A grandes saltos sobre la historia seguimos el rastro del vino. En el Libro de los Proverbios de la literatura sapiencial de Israel cuyas partes más antiguas se atribuyen a Salomón se encuentran sentencias como éstas. Hay también sentencias de sabios anónimos y palabras de Agur y Lemuel.
Palabras de Lemuel, rey de Masá, que le enseñó su madre:

No es para los reyes Lemuel
No es para los reyes beber vino
Ni para los príncipes las bebidas fuertes
No sea que, bebiendo, olviden sus decretos

Y perviertan las causas de todos los desvalidos.
Dad bebidas fuertes al que va a perecer
Y vino al de alma amargada;
Que beba y olvide su miseria
Y no se acuerde ya de su desgracia…
Proverbios, 31.

De San Mateo, uno de los doce apóstoles de Cristo, se sabe poco; según San Ireneo, predicó en Palestina; para otros llevó el Evangelio a Etiopía donde se lo martirizó. Del evangelio que lleva su nombre, este fragmento, en donde el vino tiene una significación especial:

.. y tomando una copa y bendiciéndola; la dio a ellos,
diciendo: -Beban todos de ella:
porque esta es mi sangre de alianza, que se ha de verter por muchos,
para perdón de los pecados.
-Les digo que no beberé desde ahora el producto de la vid
hasta el día aquel en que lo bebiere con ustedes, nuevo, en el reino de mi padre.
Y después de entonar un himno, salieron al Monte de los Olivos.
San Mateo,26, 27:30.

Marco Valerio Marcial, poeta, “favorito de los romanos”,como el dijo de sí mismo en sus “Memorias”. Nació en Bilbilis (actual Calatayud) España, Se hizo célebre por sus epigramas, textos que aún se editan y se leen.
Sextiliano, tú solo, bebes tanto como cinco bancos de caballeros.
Podrías embriagarte si bebieres la misma cantidad de agua.
No solamente pides prestado a tu vecino, sino que hasta te diriges a los
espectadores más alejados. El fruto de la vendimia que exprimen las prensas de Peligno y el jugo de los racimos que nacen en los collados de Toscana, no son los vinos que tú bebes.
Apuras la deliciosa ánfora de los tiempos de Opimio y vacías los negros toneles de Mastica.
Si bebes más de diez copas, Sextiliano, pide al tabernero que te sirva el turbio vino de Laletania.
Epigramas: Libro 1-XXVII “A Sextiliano”

Omar Khayyam ( ?-hacia 1123) poeta, matemático y astrónomo persa. Compuso una colección de cuartetas bajo el nombre de los Rubáiyát, poemas que hablan de su filosofía de vida. Pocos como este persa, han sabido elogiar las bondades del vino.
XX
Mas no te entregues al dolor, lamentando
las injusticias del destino ni consumas
tu alma en el recuerdo triste de los amigos
muertos.
Deja penetrar solamente en tu corazón
a quien haya sabido adueñarse de su llave.
No desparrames al viento las semillas que
hayan fructificado en tu interior y mantén
siempre al alcance de tu mano, una copa de
vino.

CLXXI
Ungid mi cuerpo con vino después
de que mis labios hayan entonado
el último salmo en honor a las
ramas de la vid, y estad seguros de
que el día de la resurrección
la escoba del ángel encargado de
juntar las partículas de mi polvo
barra el umbral de la taberna.

Emilia Bertolé (1898-1941):


En el segundo tomo de su excelente historia de "Rosario, del 9oo a la Década Infame", Rafael Ielpi recuerda algunos hechos culturales que fueron contemporáneos; ocurren en los años iniciales de la década del veinte. Se trata de la creación de "El Mangruyo"; en 1921, cuyos estatutos estaban redactados por Estanislao Zeballos. Es allí donde graba sus primeros discos Roberto Chavero, ese desconocido que luego sería Atahualpa Yupanqui. También publicó libros el uruguayo Romildo Risso, autor de los versos de "Los ejes de mi carreta' Por esos altos es que Horacio Quiroga vine un apasionado romance con una muchacha rosarina aún no identificada. Y que otra rosarina, pintora y escritora, "bellísima mujer", no solamente impacta a Quiroga, sino que viviera una relaci6n amorosa con Alfredo R. Bufano. Se trataba de Emilia Bertolé. En septiembre de 1922, la poeta publica seis poemas en "Nosotros", la revista dirigida en ese entonces por Alfredo Bianchi y Julio Noe. Allí se publica uno de los tres retratos que la poeta incluirá posteriormente (en 1927) en su libro "Espejo de Sombra" que tiene en su tapa un dibujo de Alfredo Guido. De esos tres retratos, haremos una comparación en un próximo número. Ahora elegimos (de los publicados en Nosotros) este" Cansancio":

La ciudad, amigos, me clavó sus garras
Y así soy ahora / de turbia y extraña.
Tornáronse crueles / mis pupilas claras
Y amarga se hizo/ mi boca rosada / que solo sabía
Compasiva y buena / de dulces palabras.
Ocultan mis manos / bajo el guante tibio
de piel perfumada / las uñas agudas
cual finos puñales / como una amenaza.
Y tras la sonrisa / -sonrisa brillante, perfecta, mundana
bosteza el profundo / cansancio de mi alma.

Ana María Benito
(1900 -1931):


"Contra todas las apariencias, contra la hostilidad y la bajeza de las personas que ensombrecieron sus días, Ana María presentía ese amor del alma de la ciudad, Aunque su vida fuera particularmente penosa, aunque su frágil figurita de muchacha soñadora se estrellará una y mil veces contra los altos muros de la incomprensión, el prejuicio y la malevolencia, ese amor que nadie sospechaba y que afloró de golpe como una roja primavera de lágrimas apenas el sol muerto de la eternidad nos privó de su sombra, Ana María lo presentía. (Armando Cascella "El alma luminosa de Ana María Benito" en Ensayos de Crítica Literaria, 1932. Talleres Gráficos Pomponio. Rosario)

"Le dolía su patria. Las cartas suyas que conservo -y las conservo como un icono sagrado-están llenas de alusiones doloridas a la situación política, y a la posible dictadura argentina. Le dolía el misterio, le dolía el propio destino. Le dolía todo, porque amaba todo, porque sintió todos los modos del amor, todos los modos de la pasión (...) Pero el Destino, piensa sin duda como "la gente': Y nos la llevó, sin piedad y sin justicia, un día de primavera americana". (Consuelo Berges, Madrid, 1932).
El libro de Ana María Benito contiene ensayos sobre la mujer en la obra de Wells, sobre Galsworthy, Hudson, sobre Shakespeare y la melancolía, sobre Maugham, Perez Galdos, Heine y un trabajo sobre la "saudade y el spleen".
Dice sobre Hudson: "Este desterrado voluntario debió vivir una doble existencia paralela; la de la acción y la del recuerdo, superpuestas y confundidas en ocasiones, como las imágenes de una placa fotográfica dos veces impresionada. La niebla inglesa no restó luminosidad al cuadro de espacios abiertos y llanura verde que Hudson guardaba religiosamente en su interior(...) cuanto amor a la pampa lejana encontramos en sus obras autobiográficas".

En su ensayo sobre Shakespeare se pone en evidencia la extrema lucidez que la autora tiene en su visión del poeta.
"Teatro de almas -dice- nuestra mirada resbala sobre la inconcreta envoltura corporal a la que el poeta apenas hace referencia, para ahincarse en la profundidad abismática de los espíritus. Teatro de almas, no de propio fuego interior; llama roja de la pasión, luz blanca del pensamiento. Nada en él es mezquino, ni la maldad siquiera".